Los tres países incorporan innovación y tecnologías como fibra óptica, mapas geológicos y hasta robots, pero los proveedores locales no necesariamente son confiables para las transnacionales.
Los clásicos “rivales” Chile, Brasil y Perú apuestan por sus recursos naturales como motores de la innovación para la minería. Este gran partido por la sostenibilidad es liderado por estos tres países de la región en cobre y hierro. Los jugadores son de primera categoría, destacando por su virtuosismo en la aplicación de nuevas tecnologías de automatización y digitalización, usando vehículos autónomos y sensores desde Internet de las Cosas (IoT), para captar los datos en tiempo real.
Pero el campo de juego mundial puede ser adverso para la región porque a pesar de todo el esfuerzo, la evidencia demuestra que los partidos ganados a veces se limitan sólo a determinadas empresas de cada país. Así lo explica el profesor y asesor en políticas de innovación y desarrollo industrial, Carlo Pietrobelli, en el BID, al señalar que “las grandes mineras difícilmente forjan vínculos formales a largo plazo y se comprometen en proyectos de innovación en colaboración con proveedores locales”.
En otras palabras, se limitan las oportunidades de innovación y aprendizaje porque según Pietrobelli “las compañías tienden a depender de proveedores establecidos y cuando surgen nuevos desafíos tecnológicos, confían en soluciones que provienen de la sede central en el extranjero o de sus proveedores internacionales, generando una dependencia que limita la introducción de tecnologías locales”
En este escenario, tanto los proveedores de la minería como las grandes compañías son responsables de interrelacionarse a través de un círculo virtuoso. Los tres países dependen de manera distinta de la minería porque el hierro representa para Brasil el 11% de sus exportaciones totales y el cobre representa para Chile el 49,1% y el 60% para Perú, que además exporta oro. Un juego de “equilibrios y desequilibrios” en términos comparativos, aunque todo depende del cristal con que se mire el valor de estos productos.
Chile es el primer productor de cobre del mundo, con cifras aproximadas de exportaciones por US$ 34.043 millones durante 2017, y una de las minas de cielo abierto más profundas del mundo. Por su parte, Perú es el segundo productor de cobre del mundo con US$ 13.773 millones, aunque además exporta oro y hierro, alcanzando el año pasado un total de US$ 27.745 millones de exportaciones mineras. Brasil es el segundo productor de hierro del mundo, después de Australia y el principal de América Latina. Durante el año pasado sus exportaciones mineras totalizaron US$ 46.400 millones.
Pensamiento digital como estrategia
Tanto Chile, Brasil como Perú incorporan de manera permanente un pensamiento digital como centro de su estrategia minera, con el fin de optimizar su producción, reducir costos, aumentar la eficiencia y mejorar la seguridad. Todos tienen lugares clave de alto valor, como por ejemplo La Rinconada, en Puno, Perú, que es la mina más alta sobre el nivel del mar, con 5.100 metros. Chuquicamata en Chile es la más grande a cielo abierto, con 5 km de largo. La mina Carajás de Vale, en Pará, Brasil, es la mayor operación de mineral de hierro del mundo.
La pregunta clave es: ¿dónde está la creación del valor en la región? Desde la década de los ’90 los tres países fueron convirtiéndose en un buen destino para la inversión minera extranjera, dadas las regulaciones existentes que otorgaban estabilidad jurídica e incentivos de exploración. Obviamente, la innovación ahí puede nacer de una relación abierta entre las transnacionales y los proveedores locales, universidades o centros de innovación. En estos países se trabaja bajo condiciones adversas a nivel geográfico, es decir, en altitudes muy elevadas, temperaturas altas o climas especialmente secos.
Esta situación ha permitido el desarrollo de progresos científicos impensados y revolucionarios. Para Pietrobelli, “las investigaciones han abierto nuevas oportunidades tecnológicas para las industrias mineras. Éstas incluyen avances revolucionarios en las TIC, Tecnologías de Información y Comunicación, sistemas de visión por computadora, satélites y otras aplicaciones de teledetección, avances en biología molecular y sintética para biolixiviación, que es la extracción de metales pesados mediante el uso de organismos vivos, y biorremediación de contaminantes para cobre y oro”.
Por ejemplo en Chile, la empresa Micomo desarrolló tecnologías de monitoreo altamente innovadoras a través de fibra óptica que ayudan a los procesos de extracción. Asimismo, las tecnologías de Power Train ingresaron como nuevos sistemas de control remoto para camiones que operan a temperaturas muy altas. A estos se suma Innovaxxion, que permite reducir los residuos generados en los procesos del cobre.
En Brasil, Geoambiente desarrolló mapas geológicos sofisticados, sensores e imágenes de radar que ayudan en las fases de exploración, prediciendo los contenidos de minerales o áreas propensas a las erosión, con el fin de monitorear los impactos ambientales. En este mismo país nació Verti, que ha desarrollado supresores de polvo que aprovechan la glicerina sobrante de plantas de biodiése.
La Universidad Nacional de Ingeniería, UNI, en Perú, creó el primer robot minero capaz de identificar gases tóxicos que puedan causar daño e incluso la muerte a trabajadores dentro de una mina. El proyecto, que tardó alrededor de tres años, tuvo este resultado final que pesa 50 kilos, tiene un metro de alto y está diseñado para movilizarse en todo terreno.
Es decir, los ejemplos de la región son virtuosos porque todos tienden por igual a automatizar las operaciones y digitalizar los activos, creando además centros que reúnen los datos de toda la cadena de valor minera. De allí que “el BID en colaboración con los gobiernos de la región podría aportar mucho para expandir el número de empresas que se integran con servicios altamente tecnológicos y/o productos innovadores.
Desde la Universidad de Naciones Unidas, MERIT, estamos colaborando en una serie de estudios sobre competitividad e innovación en América Latina. Buscamos conocer mejor cómo se pueden generar espacios para los proveedores locales y queremos identificar capacidades para que las empresas puedan integrarse exitosamente, garantizando sostenibilidad e innovación de largo plazo”, finaliza Pietrobelli.
Fuente: Diario Financiero